La reciente matanza de Orlando en un club gay es, como en cualquier tipo de violencia, la punta del iceberg de un problema social. No me refiero al problema de la violencia en sí que tiene la sociedad norteamericana, sino a la discriminación del colectivo gay.
En España hemos avanzado a pasos agigantados en los últimos años, pero, como decía Santayana, quien olvida el pasado se verá obligado a repetirlo. Fueron muchos los asesinados por el hecho de ser homosexual. Después dejamos de matarlos y se les mandaba a la cárcel. Aquí, sí, de hecho la cárcel de Badajoz estaba “especializada” en lo que llamaban “pasivos”. A los “activos” se les mandaba a la cárcel de Huelva. Y así fue hasta finales de los años setenta. Después dejamos de encarcelar a los homosexuales y empezamos a hacer chistes con ellos. Y poco a poco se ha conseguido que la orientación sexual no sea un problema, al menos social, porque a nivel particular sigue habiendo discriminación. En todo caso nuestro país ha sido pionero en defender los derechos del colectivo homosexual. No podemos decir lo mismo de otras partes del llamado mundo occidental. Y del resto del mundo menos.
Ser homosexual se castiga con la pena de muerte en algunos países como Arabia Saudí. Sí, ese jeque que ha venido por estas tierras últimamente y hemos recibido como Bienvenido Mister Marshal, ése firma sentencias de muerte en su país por ser homosexual. Mucho mejor en Bangladesh, donde se castiga con cadena perpetua, o en Irán, que sólo te dan latigazos. Y en países como Rusia, este artículo sería un delito porque no se puede hacer “publicidad homosexual”.
Y si entramos en el campo religioso tenemos para escribir un libro. Baste un ejemplo de algo en lo que las tres principales religiones de la India están de acuerdo. Cuando se despenalizó el ser homosexual, tres colectivos recurrieron al tribunal supremo y volvieron a penalizarlo. Fueron la Alianza de Iglesias Apostólicas, el Consejo Cristiano de Utkal, el Consejo de la Ley de Musulmanes de la India y el partido hinduista Bharatiya Janata. Hala, todos de acuerdo en que ser homosexual en un delito. Aquí son algo más amables, hace poco el nuevo cardenal Fernando Sebastián Aguilar dijo que la homosexualidad era una deficiencia que se podía corregir. Y lo compara con su hipertensión, diciendo que es algo que hay que corregir del cuerpo.
Estaría bien recordar que el colectivo de los psicólogos (que se supone que entendemos algo del comportamiento humano) no pone ninguna pega al comportamiento homosexual. Entendemos que hay que ser respetuosos y que cada persona debe hacer con su sexualidad lo que considere (no con la de los demás), especialmente en su intimidad. Y que la orientación sexual es variada y variopinta, y que eso además es bueno.
La matanza de Orlando nos recuerda que vivimos en un mundo global y globalizado, que todo está a un tiro de piedra, y que no podemos estar indiferentes antes las cosas que pasan en otras partes. El razonamiento vale para cualquier tipo de terrorismo y desde luego para cualquier tipo de violencia ejercida contra un colectivo por el hecho de ser como son. Porque por la manera de recoger la noticia los diferentes medios, parece que no es tan importante este atentado como otros. Igual que no fue tan importante el atentado de Bagdad al día siguiente del de París, parece que matar homosexuales no es tan grave como matar al resto de la población. Vemos pocos crespones negros o fotomontajes con la bandera multicolor detrás, pero el montaje con la Torre Eiffel se lo puso en Facebook todo el mundo.
Por eso creo que cuando pasan cosas como ésta lo mínimo que debemos hacer es decir, alto y claro: Yo también soy homosexual.
