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PSICOLOGEANDO

La paranoia del terrorismo

4 de Abril | 10:11
La paranoia del terrorismo
El otro día en Badajoz hubo una pequeña estampida de gente en la procesión de la Virgen de la Soledad a su paso por la Plaza Alta. Según parece una persona ebria dio una patada a una puerta en una calle vecina, y el estruendo asustó lo suficiente como para salir a correr. En las imágenes difundidas por distintos medios se puede ver el alboroto y nerviosismo de los asistentes al acto, seguido del llamamiento a la calma de un policía local.

Es evidente que nuestro nivel de adrenalina no subiría con tanta facilidad si no tuviéramos en nuestra cabeza la idea de que hay un terrorista en cada esquina. Algunos testigos entrevistados hablaban de que habían escuchado la palabra bomba o de que estamos preocupados por todas las cosas que están pasando con los terroristas.

La primera vez que fui a Madrid siendo muy joven mi abuelo me dijo que no cogiera el metro porque mucha gente se caía a las vías del tren. Claro, lo que no me dijo es que el metro lo coge un millón de personas al día. Siempre me ha resultado curioso la poca capacidad que tenemos para calcular las proporciones de las cosas, y por tanto para entender con claridad de ley de probabilidades. Jugamos a la primitiva (una posibilidad entre dieciséis millones) y sin embargo montamos en bicicleta (la posibilidad de morir encima de ella es de uno entre cinco mil) o cogemos el coche (cuando la posibilidad de morir en un accidente es mil veces mayor que la de morir en un ataque terrorista). La despreocupación hacia algunos peligros hace que muera mucha gente de manera tonta.

Véanse por ejemplo los premios Darwin, que premian de manera irónica a gente que muere de manera tonta, como un hombre que hacía malabares con granadas de manos, otro que saltó desde un avión para grabar a unos paracaidistas pero no se puso el suyo o el que murió al acercar su mechero al depósito de combustible para ver si quedada algo (sí quedaba, sí). Ocurre lo mismo con la excesiva preocupación por posibles muertes que en realidad son poco probables. Y esto se alimenta con miedo.

Es precisamente ese miedo, el que hace que no pensemos con lucidez, que estemos más alertas de lo normal, que dejemos de haber nuestra vida normal, lo que persiguen los terroristas que últimamente han actuado en Europa. Y están consiguiendo su objetivo. He tenido hace poco en terapia a una mujer que tenía que viajar a Granada por motivos de trabajo y tenía miedo a un posible ataque terrorista porque según dicen los medios el Estado Islámico está reivindicando el antiguo Al-Andalus.

Pero son los franceses y los belgas los que más están siendo afectados por sus miedos. Nosotros dimos un ejemplo mundial con nuestra actitud después de los atentados del 11-M. Lloramos y enterramos a nuestros muertos, limpiamos y seguimos con nuestra vida. Esa era la única batalla que podíamos ganarle a los terroristas en ese momento. Quizá porque nuestra historia reciente ya estaba llena de de atentados que nos hicieron inmunes a la venganza infantil y primitiva.

No fuimos al día siguiente con aviones a bombardear ningún sitio. Aplicamos nuestras herramientas judiciales y policíacas, las mejoramos y aprendimos la lección. No fuimos presa del pánico, al menos a nivel general. Pero nuestros vecinos han entrado en un bucle de paranoia terrorista del que es difícil salir. No se puede tener un policía en cada esquina, no podemos convertir en sospechosa a toda la sociedad. Así no se puede vivir.

No soy un experto así que no sé la posible solución, pero si sé que aumentar la seguridad no soluciona el problema, al contrario, les da la razón a los terroristas. Y si les funciona su objetivo de darnos miedo y alterar nuestras vidas lo seguirán haciendo. Así que, aunque suene básico, como decía Siniestro Total, ante todo mucha calma. Si nos ponemos nerviosos nos ahogaremos, si mantenemos la calma es probable que podamos llegar a la orilla.

Pero el planteamiento simplista de aumentar la seguridad hasta límites insospechados no es solo responsabilidad de los gobernantes asustados. También lo es de los medios de comunicación, que contribuyen de manera infantil a difundir este miedo social. Siguen buscando titulares donde no los hay, escudriñando cada detalle de la vida personal de cada terrorista, incluso de sospechosos que luego resulta que no tienen nada que ver con la historia. 

También ellos deberían hacer un esfuerzo por entender la ley de probabilidades y ajustar los titulares con miedo a la realidad social del momento. Mientras sea más grande el titular de la apertura de aeropuerto de Bruselas que una masacre en Irak, seguiremos sintiendo el miedo cerca. Todos estos temores nos han llegado por los medios, así que también ellos tienen que aportar su granito de arena para tranquilizara a una sociedad cada vez más paranoica.

Recuerden siempre que el miedo, como emoción básica, es inevitable (y bueno), pero gestionable.



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