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PSICOLOGEANDO

El efecto Lucifer

21 de Marzo | 14:13
El efecto Lucifer
Aprovecho la Semana Santa para hablar del diablo, ese que todos llevamos dentro y que puede salir en las circunstancias adecuadas. Estos días podemos ver en las noticias una procesión religiosa, unos niños llorando delante de una alambrada porque no los dejamos entrar en Europa o un gol de Ronaldo, de todo un poco. Y mucha gente se pregunta qué hacemos rezando o viendo fútbol en lugar de estar ayudando a los más necesitados. La respuesta es sencilla, pensamos que no depende de nosotros. Y si hacemos algo malo es porque es lo normal, lo que todos hacen, lo que se supone que hay que hacer.

Esto se explica con el efecto Lucifer. Uno de los experimentos más famosos de la psicología social es el experimento de la Prisión de Stanford. El psicólogo Philip Zimbardo realizó un estudio en 1971 que aportó mucha información sobre nuestra manera de comportarnos. Fue un estudio con estudiantes voluntarios que fueron analizados para comprobar su estabilidad psicológica, física y emocional. Los estudiantes fueron asignados como prisioneros o guardias al azar y confinados a una prisión montada en el subsuelo de la Universidad de Stanford. El proyecto debía durar dos semanas pero fue cancelado a los 6 días por haberse vuelto demasiado real para los participantes. Los que hacían de prisioneros se volvieron sumisos y depresivos y los que hacían de guardias se volvieron sádicos y abusadores, llegando a un nivel de agresividad que hizo que se tuviera que parar el experimento. 

Aquí empieza la investigación de este gran psicólogo que terminó en el libro “El Efecto Lucifer: Entendiendo como la gente buena se vuelve mala”. Philip Zimbardo viene a decir que cualquier persona, en las circunstancias o con la influencia apropiada, puede traicionar su moral y colaborar en con la violencia, la opresión o cualquier otra actitud malvada. Sea por acción directa o inacción, la gran mayoría sucumbe ante su diablo interno cuando se da un ambiente influyente. Así que según Zimbardo los males del mundo son responsabilidad de todos.

Hacemos cosas malas cuando son otros los que han asumido esa responsabilidad, yo cumplo órdenes, yo no entiendo de eso, yo sencillamente estoy cumplimiento con mi obligación, estoy haciendo mi trabajo, soy un mandado, etc. Esto explica, por ejemplo, que millones de soldados alemanes hicieran lo que hicieron en la Segunda Guerra Mundial, y explica que ahora millones de sirios estén sufriendo todo lo que se puede sufrir en la vida de un golpe mientras nosotros cantamos saetas o goles, según toque.

Al final de El Efecto Lucifer, Zimbardo viene a decir que la solución es una especia de heroísmo individual. Una especie de insumisión, negarse a obedecer órdenes por estar en contra del bien colectivo. Y para eso habla de educar a los jóvenes en valentía social. Sería una bonita asignatura de bachillerato, valentía social. Seguro que cambiaba la cosa. Pero mientras buscamos cómo impartir esa asignatura utópica (quizá en la próxima reforma educativa, quién sabe) no queda otra que ser insumisos ante la maldad para adormilar a nuestro diablo. Me pregunto qué pasaría si todos los funcionarios que deben obedecer órdenes injustas se declararan insumisos. Si los soldados que custodian las fronteras de repente las abrieran y ayudaran a los refugiados sirios a pasar. Y si lo hicieron ayudados por nuestra presión, por nuestras voces, por nuestra parte buena, humana, solidaria.

Y quizá estos días, en los que los católicos viven de una manera especial el sufrimiento de Jesús y todo lo que simboliza, podamos empezar. Seamos insumisos de la injusticia, escuchemos nuestro lado bueno y hagamos oídos sordos al diablo que todos llevamos dentro. Y así, de manera individual pero entre todos, podremos mejorar nuestro mundo.


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