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Opinión-Editorial

Osadía

7 de Marzo | 13:53
Osadía
Cuando en la pasada legislatura intervine en el Pleno, donde se dirimía la moción de censura que Guillermo Fdez. Vara, presentó contra José  A. Monago, cometí la ingenuidad -y así consta en el diario de sesiones- de pedir que PP y PSOE hicieran un gobierno de concentración en Extremadura, para sacar a nuestra Comunidad de la difícil situación en la que estaba y sigue estando. Guillermo, de forma educada, y hasta con cierto cariño, me dijo que era un osado por hacer aquella petición. ¡Quién me iba a decir a mí, tiempo después, que en España después de unas elecciones generales, políticos, periodistas y ciudadanos, en general,  iban a estar cometiendo la misma osadía que cometí yo, pero a lo grande; nada más y nada menos, que pedir un Gobierno de concentración para gobernar España!

No parece que los osados nos vayamos a salir con la nuestra, y es que España es una nación donde los pactos de cualquier tipo son bastante complicados y, especialmente, los políticos. En demasiadas ocasiones, los acuerdos entre partidos para gobernar, o han sido un desastre, o han acabado como “el rosario de la aurora”. Aquí por estos lares, el altruismo y la generosidad de los políticos son “rara avis”, y los intereses de los partidos se suelen imponer casi siempre, a las necesidades de los ciudadanos.

Tampoco favorece esta osadía, el lenguaje chulesco, desafiante y hasta hiriente en lo personal, que utilizan nuestros políticos en los debates públicos. Se puede ser irónico, pero no faltón y, sobre, todo una cosa es criticar, incluso con vehemencia, las ideas o propuestas del adversario, y otra entrar en el terreno de las descalificaciones e insultos.

Otra cosa que dificulta, y mucho, cualquier posibilidad de acuerdos, es el odio ideológico de unas formaciones hacia otras, esos llamados “cordones sanitarios”, anti quien sea, que de partida, imposibilitan cualquier acercamiento y, como consecuencia, cualquier posibilidad de sentarse a hablar. Las líneas rojas, de haberlas, sólo tienen que ser las referidas a la Unidad de España, al terrorismo y al mantenimiento de la democracia y el estado de derecho.

Tal y como está la configuración actual del parlamento español, y posiblemente, la configuración del parlamento que saliera de unas nuevas elecciones, los partidos están obligados a hacer algo que les gusta poco: negociar, ceder y admitir que hay propuestas de otros que, o son mejores que las suyas, o que a ellos no se les habían ocurrido. Más pronto o más tarde, salvo “sorpresón” electoral, en España va a tener que haber un Gobierno al que respalden varios partidos y, para eso, nuestros  líderes políticos van a tener que dejar a un lado su soberbia y sus ansias de poder, y poner por delante los intereses de España y de los españoles. Si no están dispuestos, mejor que renuncien a su escaño y se vayan a su casa, porque el propósito principal de los políticos debe ser poner los medios para hacer la vida más fácil a los demás, y no para facilitarse la vida a ellos mismos.



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