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Opinión-Editorial

Gracias

28 de Diciembre | 13:21
Por primera vez me enfrento a una página en blanco y solamente tengo clara una palabra: gracias. No sé qué escribir, ni cómo hacerlo, no sé eso, enfrentarme al vacío de un folio que nunca ha supuesto un miedo para mí, pero hoy es diferente, porque si normalmente intento escribir decorando mis palabras, con ironía y un poco de gracia, hoy solo tengo claro que voy a poner alma y corazón, los sentimientos no solo míos, sino de nuestra familia que se siente así, vacía pero a la vez plena y repleta de abrazos, besos y maravillosas y hermosas palabras de todos vosotros. Casi cincuenta días habéis permanecido a nuestro lado, haciéndonos compañía, no dejándonos caer, siendo nuestro manto protector, esa mano amiga que siempre ha tirado de nosotros y nos ha sabido conducir por un camino oscuro.

El 9 de noviembre nos encerrábamos en las frías cuatro paredes de un hospital; el Materno Infantil ha sido nuestra casa durante todo este tiempo, la vuestra porque allí habéis estado, allí se han forjado amistades que sé serán para siempre, que sé son verdaderas porque en momentos como éste es donde el ser humano demuestra eso, su humanidad y valía y vosotros, sí, todos vosotros, ya sabéis quienes sois, lo habéis demostrado. Y allí, en el materno, en las plantas cuarta, tercera y sexta, hemos conocido a quienes nunca pensábamos íbamos hacerlo, y menos en estas condiciones. Quiero empezar por los trabajadores de cada una de esas plantas, desde la entrada que según vieran nuestros ojos así sabían cómo iban las cosas, hasta esa temida planta sexta en la que desde que salíamos de ese ascensor no sabíamos qué iba a pasar y allí, en las largas horas de espera, se han hecho amistades, todos unidos por lo mismo, por esas pequeñas criaturas que nos dan la vida y a la vez nos la quitan. Los padres siempre apoyándose los unos a los otros, secándote las lágrimas con un abrazo amigo o con la palabra oportuna. Los médicos y enfermeros que con muchos aciertos y también errores han luchado, han estado al pie del cañón, han hecho lo habido y por haber hasta que ya ellos, nuestros pequeños, dijeron basta. Solo una cosa les pido: todo el mundo no tenemos el mismo carácter, todos no somos amables, cercanos y agradables, pues eso es lo que les pido, todo ello envuelto en empatía tan necesaria y esperada en esos temidos momentos, un poco más de dulzura, sí, honestidad, por supuesto, claridad lo primero, pero empatía, ¿cómo querrían ustedes ser tratados? Pero siempre hay una guinda en el pastel y allí, en esa horrible UCIP, también la había, quienes antes se preocupaban por cómo estabas tú, quienes movían a los pequeños como eso, seres débiles e indefensos que necesitaban una mano en la que sentirse protegidos. Y qué decir de todas las que desde el día uno nos habéis dado conversación, nos habéis alentado, hasta ya teníamos planes navideños en esa “casa”. Gracias.

Y ¿por quién continuar? Por vosotros amigos, hoy se me llena la boca al decirlo, amigos, habéis permanecido alrededor de su cama, al otro lado del teléfono, le habéis llevado cotilleos, risas, besos y abrazos, los majares más golosos de los que no ha quedado ni una miga, el plato caliente que era más que eso, era el interés, la ayuda, el apoyo, esos platos iban aderezados de lo que cada uno de vosotros sois. Habéis llorado junto a nosotros, habéis acertado con vuestras palabras, aunque parezca que no todo lo que nos habéis dicho nos ha calado, permanecisteis en silencio cuando tocaba, en la espera, de pie, escoltando nuestro nervios y lágrimas ese 29 de noviembre que marcó un antes y un después en nuestras vidas. Gracias.
 
Pedro y Pablo tenían mucha prisa por venir, querían conocer a sus papás, a todos los que rodeaban a su mamá, quiero creer que querían conocerme a mí, a su tía, que maravillosa palabra, les iba a enseñar a ser revoltosos, cosa que no era necesaria porque Pablo dijo ese 9 de noviembre que aquí estaba y…, y Pedro, ¡ay Pedro! Hasta lo castigaron porque no se estaba quieto, ¿sabéis que recado le mandaba? “Pedro se bueno, que te van a castigar otra vez”, pero en bajito le decía “no dejes de darles la lata, que con las perrerías que te están haciendo es lo menos que puedes hacer”.

Cinco días permanecieron juntos, uno al lado del otro, sé que se comunicaban, ¿cómo? Ni idea, pero para eso eran gemelos, dicen que algo siempre les une. Cinco esperanzadores días en los que de cada parte yo no me quedaba con los peros, pero uno se hizo realidad, Pablo no aguantó, estaba malito y Dios quiso tenerlo a su lado, protegerlo, enseñarle a ser revoltoso y, sobre todo, enseñarle a cuidar a mamá y a papá, a todos nosotros. Pedro fue esa luz al final del túnel, que hoy vemos negro, tan solo cinco días hace que te fuiste, pero en el que la luz sigue encendida. Pedrito, como tú, Tina, tú, Teresa, tú, Paloma, tú, Bea, tú, Mercedes, tú, Salomé, tú, Esther, tú, Eva, tú, Vi,…, como todas vosotras, como todos le llamábamos, dio la batalla hasta el final; nos montamos todos en la misma montaña rusa que él, sufrimos con él, lloramos cada retroceso y reímos con lágrimas en los ojos con ese esperado pipi, ¡el más esperado de España! Pobre Pedrito, qué vergüenza, su pis era ya conocido por todos. Luchó, aguantó, tan chico e hizo una y mil monerías, sacaba la lengüita, hacia pompitas, ¿las recuerdas Bea?, habría los ojos atento a cada gesto al otro lado del cristal, eso queríamos creer, ¿y el oído? Era escuchar a mi madre, a su abuela, y corriendo la buscaba, oía: “Ángel de la Guarda, dulce compañía…” y ya sabía quien estaba allí. Pero su mamá, mi hermana, le decía “déjalo, no le hables que parece que ahora está más tranquilo. Pedro duérmete que ya es de noche y todos los niños están dormidos, venga”, pero Pedrito decía que te durmieras tú, quería vuestra compañía, sentir que le queríamos y muy bien educado siempre estaba despierto a vuestro lado. Pero no aguantó más, las perrerías pudieron con él, de la noche a la mañana se puso muy malito, hasta su doctora entristeció, ella estaba esperanzada pero no pudo ser. Pedrito esperó a que su papás y su abuela llegaran para decir adiós, al otro lado de la puerta unos lloraban y otro, él, reía besándoos en la mejilla y viendo al final del túnel a Pablo y a Él, con quien jugar y con quien aprender, con quien hacer travesuras y con quien amar, con quienes cuidaros, cuidarnos a todos.

Con Él estáis hoy, formasteis parte de la familia cristiana desde que supimos que veníais pero mucho más desde el primer día de vida, gracias a Don Francisco y a Don Fermín que os ungieron con las aguas del Bautismo para que fuerais parte de nosotros, parte de Él, que en vuestro día final os recibió con los brazos abiertos en medio de la fiesta de alegría perpetua, ésa que os encargareis de transmitirnos de alguna manera, porque sé que llegará a nosotros, quienes ahora no encontramos consuelo, sé que la enviaréis por correo urgente.

Hemos sido bendecido con el don de la vida, con el don del amor, con el don de la amistad, con un don tras otro, el que cada uno de vosotros habéis puesto en nosotros, con el don de la oración que a la par rezábamos unidos cada uno en la soledad de nuestro hogar. Nos hemos sentido parte de vosotros, de vuestras familias, de esa familia, la gran familia que día tras día hemos creado, veis, eso es lo positivo que sacamos de todo esto, el contar con una gran familia, que siendo la nuestra pequeña ha crecido exponencialmente.
 
Gracias a todos por vuestras lágrimas sinceras, por vuestro sin vivir, por ser tantos los tíos que los esperabais. Gracias por su abrazo sincero, por agarrarme las manos como si no hubiera un mañana y por tener a los cuatro presentes en sus oraciones como me dijo hace unos días, Don Celso, gracias. Gracias por sus palabras, esas charlas en las que usted me ha intentado animar y sacar de alguna manera una sonrisa, por esa primera oración que juntos, mi hermana, mi madre, usted y yo hicimos en el dolor del hogar, gracias por no dejarla solo antes y después, Don Francisco, gracias. Gracias a “Los Cinco” que habéis hecho kilómetros por nosotros, porque pasabais cada una y media conmigo con conversaciones sin sentido para no dejarme sola y como tú dijiste, “si estamos para las risas cómo no vamos a estar ahora”. Juan, Rufi, José Manuel, David, Kiko, gracias. Gracias por la primera llamada ése “no hables y solo escúchame”, Fran, gracias. Gracias por llevarme en el coche, ¡conseguimos aparcar a pesar de los nervios! Y gracias y lo siento por ser quien me tuvo que dar la noticia, por ser la primera en abrazarme, Loli, gracias. Mamá, gracias por aguantarnos, por ser nuestro paño de lágrimas cuando tú te tragas las tuyas, gracias por criarnos como lo has hecho y por seguir haciéndolo, gracias.

Pedro, Pablo, hoy ya no estáis físicamente, hoy ya no os podemos ver pero vosotros sí nos observáis, allí sentados, cómodos en la espera, porque algún día todos nos reuniremos, entonces sí seremos tres revoltosos, ¡ah! Cuatro, que la madrina también cuenta, ¿verdad Bea? Ya sabéis, por correo urgente enviad todo lo necesario que aquí, mamá, papá, los abuelos, yo,…todos lo esperamos. Protegednos que desde allí todo lo veréis y con todo podréis.

Solo era capaz de escribir una palabra y ahora me quedan infinitas, Dios nos bendiga a todos para que ese gracias se extienda cada día en nuestras vidas, para que ese gracias al que le tengo miedo y respeto nos acompañe por siempre. Gracias por estos cincuenta días a nuestro lado. GRACIAS


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